El diario vaticano "L'Osservatore Romano" resaltó hoy la figura de Juan Calvino (1509-1564), colocándola por encima de la de Lutero y señaló que el reformador protestante es "uno de los dos franceses que han dejado una huella duradera, visible y reconocida en la faz de la tierra". El otro es Rousseau, precisó el vespertino de la Santa Sede en un comentario del historiador Alain Besancon con motivo del quinto aniversario del nacimiento del reformista francés.
"Sin Calvino la reforma luterana se habría quedado en una cuestión alemana y a la larga habría sido absorbida (por Roma)...Fue más bajo la forma calvinista que bajo la luterana que la Reforma avanzó en Polonia, Hungría, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia y EEUU", escribe Besancon.
Calvino, precisó el historiador, "era un cristiano que creía en la Iglesia una, santa, católica, aunque prefería decir universal y apostólica".
"Creía en la Trinidad, el pecado original, la salvación a través de Jesucristo y aunque no le gustaba que se rezase a la Madre de Dios, creía firmemente en su virginidad perpetua. Contrariamente de lo que se dice, creía en la presencia real (de Cristo en la Eucaristía), aunque no admitía la concepción católica de la transustanciación", agrega el vespertino, que añade que Calvino era un "luterano puro y sencillo".
Tras resaltar las diferencias de Calvino con Roma y con Lutero, Besancon afirma que Martin Lutero fue incapaz de fundar una verdadera iglesia, "ya que entregó la guía a los príncipes, al considerar que el príncipe cristiano podría ser el obispo natural".
Calvino, añadió, no compartía ese punto de vista y "fundó un sistema eclesial compenetrado en la sociedad civil y al mismo tiempo lo suficientemente independiente como para no ser influenciado.
Según Besancon, la organización calvinista "es una creación genial, capaz de adaptarse a las monarquías, a las repúblicas aristocráticas, a las repúblicas democráticas".
"Resiste de manera ágil a todos los cambios y a la revolución de la modernidad. Su superioridad histórica, es decir su eficacia, es patente, frente a al rigidez autoritaria del mundo luterano", precisa el historiador en el diario de la Santa Sede.
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