miércoles, 1 de octubre de 2008

SIETE CARICATURAS DE AGENTES DE PASTORAL

A través de estas líneas se quieren desenmascarar algunas tentaciones frecuentes entre las personas que trabajamos en ese mundillo que llamamos "la pastoral". Lejos de desanimarnos, asomarse a la realidad de nuestros autoengaños puede servirnos de estímulo para descubrir por contraste el ideal, como la sombra revela la luz. Para identificarlos los bautizamos cariñosamente con estos nombres: mesías, activista, yuppie, sectario, trepa, instalado y pupas.

jesus

· El mesías se convierte en el centro de toda la actividad en la que está involucrado. El que cae en este autoengaño no deja de recurrir a Dios en "su" trabajo, pero sólo para incorporarlo a lo que él dirige y planifica. Se incapacita para delegar responsabilidades porque él tiene que supervisarlo todo. Así, la desconfianza en los colaboradores, en el fondo, es reflejo de su desconfianza en Dios. El mesianismo tiene siempre consecuencias negativas para la eficacia pastoral. A menudo el agente-mesías se identifica tanto con su obra que cuando él desaparece o lo trasladan, aquella se acaba.

· No se es necesariamente activista por ser muy activo o trabajador o por tener muchas ocupaciones y actividades pastorales varias. El activismo es la consecuencia del creciente aumento de la distancia entre lo que el agente hace y dice y lo que él es y vive. Cuando falta renovación en su vida personal (oración insuficiente y deficiente, apenas lee ni estudia, etc.) paralelamente el activista suele sobrecargarse de trabajo y de actividades múltiples. La incapacidad de renovación interior tiende a compensarse y disfrazarse con la entrega a una actividad desenfrenada. El tipo activista tiene muchas expresiones: el escapista, el acelerado, el impaciente. Los resultados suelen ser desastrosos. Entre los proyectos del agente-activista y los ritmos de las personas afectadas hay una total desproporción. Lo normal es que los programas fracasen y muchas personas se retiren "quemadas".

· El yuppie es el ejecutivo de la pastoral. El agente se va absorbiendo de tal modo por lo organizativo y la planificación, que no le queda tiempo (ni sobre todo espacio psicológico) para dedicarlo a las personas por las cuales trabaja. Ha olvidado que lo único importante de la pastoral son las personas, no los esquemas, por muy buenos que sean. Este autoengaño transforma la actividad pastoral en rutina y en deber. Para el agente-yuppie es sólo un trabajo más, como otros. Su fruto, como los de todo funcionariado, es casi siempre la mediocridad y el progresivo alejamiento de la gente.

· Es sectario el agente encerrado en su campo de trabajo, en sus métodos, en su grupo... El síntoma típico del sectarismo es el aislamiento. El sectario eleva su experiencia pastoral personal a la categoría de principio universal. En consecuencia, no ve más allá de su trabajo y de su gente. Reduce su tarea a una única línea pastoral (p.e. grupos de oración, derechos humanos, jóvenes) porque todo lo demás carece de interés. Y es sectario también con las personas: se dirige siempre al mismo público, que comparte su visión y sus ideas. Los sectarios suelen ser proselitistas y raramente colaboran con otros: tienen su propia agenda.

· El trepa es el tipo que hace del trabajo pastoral una carrera gratificante. El autoengaño de las compensaciones puede tentar de muchas maneras. La forma más primitiva se da cuando las actividades comportan una ganancia económica. El agente-trepa se interesa con preferencia por las tareas pastorales remuneradas. Una forma más sutil consiste en esperar el reconocimiento de la gente o de la Iglesia. Cuando faltan los elogios explícitos el trepa lo suele interpretar como una falta de aprecio y comienza a decaer su motivación y entusiasmo. Tal vez la forma más sutil se da en la aspiración secreta a puestos y cargos. Lo que interesa en la actividad pastoral es "ganar puntos" y quedar bien. Esto produce la ausencia de libertad en el agente, demasiado preocupado por su propia imagen, e inevitablemente la eficacia pastoral se resiente.

· Con el paso de los años, el instalado ha encontrado su pequeño hueco, su ritmo y su modo de trabajar. A los demás que trabajan con él les deja hacer, pero él no se deja cuestionar. Sólo aspira a poder seguir con su trabajo de siempre, que además suele realizar de forma impecable. Esta tentación, que va tomando cuerpo lentamente, suele ir combinada con la repetición permanente de los propios defectos. En su actividad pastoral el agente-instalado se cree con derecho a cierta comodidad (p.e. descanso, comidas, horarios, viajes) y suele terminar contentándose con cumplir unos mínimos.

· El pupas es el tipo que sufre por su trabajo. Se toma todo demasiado en serio: nombramientos, problemas, conflictos personales. Tiende a ver sólo el lado negativo de las cosas, en lugar de relativizar las situaciones que le afectan. Como reacción suele ser proclive a la crítica sistemática, a la amargura, al complejo de víctima que dramatiza todo lo que le afecta desfavorablemente. El agente-sufridor se da demasiada importancia a sí mismo, en cambio es incapaz de motivar y entusiasmar a los demás.

Son sólo pinceladas de unos cuantos modelos. Se pueden encontrar otros. Las mejores ideas las he tomado de S. Galilea, Tentación y discernimiento, Narcea, Madrid 1993.

RAMÓN SALA, OSA 
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Es doctor en Teología Dogmática, Licenciado en Derecho y profesor de Cristología Dogmática, Misterio de Dios -Trinidad y Sacramentos del Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid.

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