Minutos antes de las siete de la tarde del 15 de agosto de 2007 (1.40 hora española) un terremoto de 7.9 grados en la escala de Richter asoló la costa central peruana. El mayor temblor de los últimos 50 años dejó un rastro de 600 muertos, unos 300 desaparecidos y más de 100.000 afectados.
El fuerte seísmo sacudió con especial virulencia la milenaria ciudad de Pisco (Ica). En apenas unos minutos, más del 70% de esta urbe colonial quedó convertida en ruinas. Sus habitantes se vieron obligados a dormir en las calles, impregnadas de un fuerte olor a muerte y destrucción.
La emergencia desbordó el sistema sanitario de la región y puso de manifiesto la falta de recursos para afrontar una catástrofe de esa magnitud. La Comunidad Internacional respondió al llamamiento del Gobierno y los envíos de asistencia humanitaria comenzaron a llegar para paliar las necesidades más urgentes: Agua, mantas, alimentos, medicinas, ropa...
Mientras la ayuda oficial se volcaba con los damnificados, los equipos de rescate se afanaban en una búsqueda contrarreloj de posibles supervivientes. Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF) fue una de las muchas ONG que se desplazó hasta la zona. Nada más conocer la tragedia, un equipo de voluntarios partió desde Madrid rumbo a la región de Humay. En poco más de 24 horas, los 14 miembros de este operativo lograron llegar a la ciudad de Pisco. "Aparecer en la plaza de armas fue como llegar a una ciudad sitiada después de una guerra", recuerdan los voluntarios que participaron en esta emergencia.
Con ayuda de los perros, trabajaron sin descanso para encontrar cualquier hálito de vida bajo los escombros. Rastrearon la iglesia de San Clemente, que se vino abajo y provocó la muerte de más de 200 personas que asistían a un funeral, y más de una veintena de edificaciones públicas y privadas. Removieron miles de toneladas de cascotes. Pero el esfuerzo fue en vano. No hallaron supervivientes.
La infructuosa búsqueda dio paso a las demoliciones y los miembros de BUSF se concentraron en el reparto de ayuda, con el apoyo del Ejército. Cientos de familias se habían quedado sin nada. Donde antes hubo casas de adobe sólo había desolación.
Un año después de la tragedia. Miles de damnificados continúan en viviendas prefabricadas. Los anunciados planes de reconstrucción no se han materializado y las ayudas gubernamentales no han beneficiado a los más necesitados, tal y como anunciaron las autoridades. La falta de un registro catastral impide a los moradores de las viviendas destruidas demostrar su titularidad. Desmoralizados, los habitantes de Pisco, Inca, Cañete y Chincha, las localidades más afectadas por el temblor, siguen esperando una solución.
Mientras llega la ayuda prometida, organizaciones como BUSF han continuado su labor de apoyo. Gracias a la solidaridad de los ciudadanos y las instituciones españolas, han llevado a cabo numerosos programas de desarrollo. Proyectos que intentan devolver la esperanza a los afectados y restaurar la normalidad en una zona, en la que aún queda mucho por hacer.
FUENTE: elmundo.es
1 comentario:
bueno yo tuve la suerte de no vivir este terremoto porque yo soy de ancash(PERU) y ahi no se sintio mucho ,pero me entere por las noticias de lo que paso en ica,chincha,pisco y cañete la verdad que el terremoto dejo mucho que lamentar ,pero yo agradezco mucho a el pais de España por ayudar a nuestros hermanos del sur a pesar ue no le podemos pagar esa ayuda les mandamos nuestras bendiciones.
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