II. PIES EN CAMINO
Desde hace un tiempo, anda por nuestro pueblo un hombre extraño.
Nadie sabe de dónde ha venido ni qué oficio tiene. Camina incansablemente por calles y plazas, sonriente siempre, invitando a seguirle. Cuando se le pregunta que a dónde, dice que ya verán; y si uno quiere saber para qué, responde que para ser feliz.
El sábado pasado pude verle, como tantas otras veces.
Pero no iba solo. Con él iban Toño, Daniel, Patty, Jessica, Carlos y otros conocidos que no pude identificar plenamente. Iban con él y como él. La misma sonrisa alegre y contagiante, una guitarra, el alma llena de música y unos pies inquietos. Al verme, Toño se retrasó del grupo para hablarme. Es un tipo genial, me dijo, vale la pena caminar con él. No se cansa. Nos dice que no hemos nacido para ESTAR sino para ANDAR. Los pies, dice, te los dio Dios para caminar. Y no le preguntes a dónde porque, para él, la meta no es llegar sino caminar. Caminar entre la gente y con la gente. Avanzar siempre sin quedarse en algún lugar. Ayer no más nos decía que siente lástima de tantos jóvenes con metas demasiado concretas y, por tanto, demasiado empobrecedoras y esterilizantes. En cada fin de semana una fiesta y al final de su juventud un diploma universitario. DEMASIADO POCO! Con pies atados a un fin de semana o a un fin de carrera, las cosas van a cambiar muy poco.
El mundo necesita muchos pies en camino, siempre en camino, que no se detengan nunca ni en nada.
Y cuando me di cuenta, me encontré caminando con Toño y con él, con el hombre extraño. La aventura parece interesante y espero no cansarme ¿Te animas?
MAURILIO
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