El Papa ha convocado un Año Sacerdotal a partir del 19 de junio y, entre otras indicaciones, invita a los presbíteros a “ser identificados y reconocidos” también “por el hábito”. El modo de vestir, ¿contribuye favorablemente a su ministerio o es un obstáculo? Luis M. Vallecillos y Fernando Bravo, sacerdotes españoles y diocesanos, reflexionan sobre una vieja cuestión que cobra actualidad: ¿el habito hace al monje?
Para Vallecillos, tanto la opción de vestir de sacerdote como la de llevar ropa “de calle” son válidas y aunque admite que “el modo de vestir ayuda”, considera que “lo importante es que unos y otros, todos sin distinción, seamos ’sacerdotes de cuerpo entero’“. Fernando Bravo reconoce que su opción personal es la de no llevar “traje distintivo” y afirma que “mi pertenencia a Dios y a la Iglesia nunca la han puesto en duda las comunidades a las que he servido”. No obstante, ve bien que otros sacerdotes lo hagan.
Vallecillos cree que puede ser importante para un cura llevar algún distintivo porque “se espera de él disposición absoluta a los demás, sin limitaciones de tiempo ni espacio”, por lo que “hacer ver a los demás que somos sacerdotes de forma evidente, facilita que puedan acercarse a nosotros en cualquier momento y lugar“. Para explicar por qué la Iglesia sigue pidiendo el distintivo a los sacerdotes, recuerda no sólo las palabras de Benedicto XVI con motivo del Año Sacerdotal, sino también lo que dice el Directorio para el Ministerio y la Vida de los presbíteros: “El presbítero debe ser reconocible, sobre todo, por su comportamiento, pero también por un modo de vestir, que ponga de manifiesto de modo inmediatamente perceptible por todo fiel -más aún, por todo hombre- su identidad y su pertenencia a Dios y a la Iglesia“.
Fernando Bravo opina que la cuestión de este debate sobre el hábito está “en las motivaciones profundas que llevan a vestirlo, algunas de las cuales pueden ser muy cuestionables“, como el ejemplo que cita de quienes pueden usar el clergyman como signo de distinción sacra frente al ambiente laicista: “Si lo utilizamos como arma arrojadiza y lo incluimos en la guerra de símbolos, creo que no estaremos en una postura consonante con el Reino, que es propuesta y no afán de imposición“. Una de las razones por las que Bravo apuesta por no llevar clergyman es porque, según su experiencia pastoral, al sacerdote que lo lleva “se le ve más como portavoz de pronunciamientos morales y doctrinales (que a veces están más pensados para afirmar la propia autoridad) que como al pastor que anuncia la misericordia entrañable del Padre“.
Tomado de vidanueva.es
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